domingo, 8 de septiembre de 2013

Día 1158


Desaparecí. Desaparecí porque lo necesitaba, porque me lo pedía el cuerpo. Prácticamente hace un año que dejé la quimioterapia en cualquiera de sus formas. Desde entonces la vida se ha ido normalizando. Horarios normales, vida prácticamente normal, cara y cuerpo normales, preocupaciones (casi)normales. Lo que es más difícil es normalizar, o incluir en una rutina "normal" el terremoto que has vivido desde que todo, simplemente, cambió.

No sé cómo de normal es, y acabaré ya con tanta redundancia, lo que me pasa. Muchas veces se hace difícil el pensar, el recordar, o simplemente ser consciente de lo que ha ocurrido. De vez en cuándo tratas de aparcarlo a un lado por puro agotamiento mental. Pero al final no quieres que nunca se pierda lo mucho que ha significado, significa y significará esto. Y lo recoges, y lo cuidas.

Y por eso vuelvo aquí, porque exploto y suelto lo que no sería capaz de expresar de ninguna otra forma. Porque sé que le debo mucho a este blog, a escribir. Y porque fueron las palabras de otros, las que encontré por causalidad, las que hicieron que pudiese remar con tanta fuerza. Pero sobre todo, porque los que por una gran putada lleguen a este blog, tienen que saber que todo es posible cuándo se da lo mejor de uno mismo.

Desde la última vez que escribí he acabado otro curso de la universidad muy contento, he celebrado un par de punciones limpias más, he sentido la fugacidad del verano (con escapada al norte incluída), y me han liberado de toda medicación (después de haberme llegado a cenar 14 pastillas y alguna droga más diariamente).

Hoy estoy a un día de volver a empezar otro curso, como se hace normalmente. Y feliz, sobre todo muy feliz.

He recargado mucho las pilas y espero frecuentar más estos lares desde ahora. Vuelvo a tener ganas de dar guerra con #donamedula y toda causa pelona.

Un fuerte abrazo a todos, perdón, y hasta pronto.